lunes, 9 de marzo de 2015

Esto depende de dónde lo estéis leyendo, me refiero a en qué país, situación o momento, os sonará bien o fatal, no hay punto intermedio. Yo me llamo Juan, y mi problema, por así decirlo, es que soy albino. Y en muchos lugares no pasa nada, pero en mi país, de donde yo provengo, se relaciona con magia negra. Sí, como lo ois, con magia. Eso no es que te facilite mucho la vida y la convivencia con los demás...

Todo empezó nada más nacer yo, a mi madre la echaron del poblado y con ella, a mí. No fue plato de buen gusto para ninguno de sus parientes, y menos para ella. Por lo que lo único que se le ocurrió fue regalarme al mejor postor, lo que me llevó a mi primer amo, quien se creía, como todos, que lo de la magia negra era verdad. Por eso no me alimentaba, ya que, según él, el demonio se alimenta por si solo. Con este hombre tan majo y amigable por amo tuve que aprender a ser "malo", es decir, le robaba algo de comida y algo de dinero, pero el dinero lo ahorraba ya que en ninguna tienda me dejaban entrar y menos comer algo de allí.
Así tuve que estar durante años, pero un buen día, o eso creía yo, vino un señor. Tenía pinta de ser majo y amigable, pero todas esas ideas cambiaron cuando después de estar caminando un buen rato con él, en el cual no me habló y solo me miró con caras de asco (creo que fue uno de los caminos más largos de mi vida), llegamos a su casa. Allí toda esa faceta de hombre bueno se derrumbó, cuando sin ni decirme su nombre, me pidió que le lavase los pies. Yo creía que me moría, se quitó los zapatos y se destapó esos pies de hombre de campo, estaban llenos de callos por todas partes. Era realmente horroroso, y cuando creía que las cosas no podían ir a peor, apareció ese niño; vamos, más que un niño era una pequeña bestia, me tiraba de los pelos, me rompía todo lo que tenía por poco que fuese. 

Y el problema es que este hombre pensaba como el otro, que los demonios nos alimentamos por si solos, por lo que empecé a robarles comida. Un día estaba yo en la cocina, un sitio en el que a mí  me prohibían la entrada; se suponía que estaban todos dormidos y me decidí a coger un pan cuando de repente apareció el horripilante niño ese, me vio con el pan, y en vez de callarse llamó a sus padres, quienes sin pensárselo dos veces me echaron fuera de casa, y no me dejaron coger ni mis propios zapatos. 

Yo estaba allí solo en mitad de la noche, sin saber a dónde ir, y lo único que se me pudo ocurrir fue empezar a andar. Entonces llegué a donde estoy ahora, encerrado en una cárcel con pena de muerte.  Aunque suene horrible creo que es lo  mejor que me ha pasado en mi vida, ya que me dan de comer, tengo una cama y nadie me pide nada a cambio, simplemente el pequeño detalle de mi vida. 

Escribo esto para que todo el que lo lea logre entender que las personas albinas no somos demonios, y que como cualquier otro humano tenemos sentimientos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario